Hay un equilibrio en los ocres y en la luz. Hay, Arabesco, un silencio entre las páginas de ese libro ilustrado que forma parte consustancial del escritorio, de los estantes y de los demás libros que se ven debidamente desordenados. Y hay, Arabesco, armonía en los tonos, en la geometría y en los espacios. El mundo del libro ha sido abarcado, se diría, en esa fotografía que ha captado tu cámara. Y en ese universo se resume, acaso, toda la memoria y la palabra de que somos capaces los humanos.
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Libros del solitario
Son objetos cotidianos y tranquilos en cuyo regazo se apacienta aún toda la sabiduría, toda la inquietud, todo el desastre y el triunfo de los hombres. Se percibe, en su olor y en su tacto, su calidad de testigos que pasan de un alma a otra, subrayada y multiplicada. En mi caso, son ellos, independientemente de su contenido, quienes retardan o apresuran el ritmo de la mañana y de la tarde.
Ellos son los pontífices: abaten, al abrirlos, sus puentes levadizos entre una y otra época, entre un país y otro, entre una y otra alma, y una y otra opinión. El lector necesita ser su cómplice; hundirse en ellos, colaborar con ellos, ofrecerse. A cambio recibirá lo mejor de otro ser: una compañía que no le habría proporcionado con su convivencia, por encima del espacio y del tiempo…
Algunos amigos se me unen y escoltan durante un largo trecho; consuelan mis decepciones; me hacen reír o sonreír; me contagian su impulso.
La Feria
«Este año no iré a la Feria del Libro de Lisboa. Que no es como la de Frankfurt, o la de Guadalajara, en México, ni siquiera como la de Madrid, pero es la nuestra y está en un lugar bonito, donde antes había una colina y ahora menos, porque la furia urbanística ha reducido los relieves, pero aun así se ve el río al fondo, y hay una bella imagen de la ciudad pombalina, la que iba a ser moderna y racional y lo fue, basta pasear por ella para ver que la razón estuvo presente cuando se diseñó, aunque luego vinieran otros que prefirieron el obscurantismo a las luces y casi se la cargan.
Me dicen que hace buen tiempo y que la Feira este año está más animada, como si por ese mundo no se labraran cosas terribles, crisis, pobreza, depresión. Dicen que en épocas de crisis se lee más, y parece que los contables confirman esta afirmación. A mí me gusta pensar que en épocas de crisis la gente quiere saber porqué llegamos a esto y se acercan a los libros como si éstos fuesen fuentes de agua fresca y los lectores personas sedientas.