El principio de las palabras fueron los signos, que se convirtieron en imágenes para construir historias. Eso hizo necesario el nacimiento de los libros. Desde entonces, signos, palabras y libros forman parte de cada momento de la vida. Imprescindibles para conocer e interpretar la realidad, para justificar el futuro desde la imaginación. Colectiva e individualmente. Es la única manera de sentir y de sobrevivir.
Por eso les invito a acompañarme a este viaje por unos libros muy concretos. Un itinerario personal, de interiores, propicio a la fantasía, abierto a las sensaciones. Como un enigma que lo engloba todo. Es el planteamiento que hace el escritor Alberto Manguel en su libro ‘una historia de la lectura’: “El destino de todo libro es misterioso, sobre todo para su autor”.
Aquí estamos, pues, lo que somos, autores y lectores, sin distinciones. Encerrados en nosotros mismos. Así surge inevitable la reivindicación del libro como mecanismo para la metamorfosis personal. Es otro criterio de Alberto Manguel: “La verdad es que nuestro poder como lectores es universal y es universalmente temido, porque se sabe que la lectura puede, en el mejor de los casos, convertir a dóciles ciudadanos en seres racionales, capaces de oponerse a la injusticia, a la miseria, al abuso de quienes nos gobiernan”.
La escritora Ana María Matute ha dicho recientemente: “Todos llevamos dentro una palabra extraordinaria que todavía no hemos logrado pronunciar”.
Descubran ustedes mismos la palabra, de forma personal, libremente. En el silencio interior. Con sus propias imágenes.
Y aquí estoy. Soy un periodista que se dispone a caminar por el interior de los libros.
«No pretende el periodista interpretar lo que sucede en la intimidad de las conciencias ni en las profundidades del inconsciente. Es la realidad humana social en la medida en que produce hechos lo que aspira a interpretar. Los medios de comunicación son en definitiva la arena donde luchan los productores de hechos para influir en el público, mientras que los que controlan el medio sólo relativamente se interesan en esa pugna. La propiedad de los medios aspira básicamente a obtener beneficios económicos y los que operan en ellos profesionalmente a dar noticias interesantes (y acompañarlas de comentarios inteligentes). Los más interesados en influir en los medios no son ni los que los poseen ni los que trabajan en ellos».
(Lorenzo GOMIS, en ‘Teoría del Periodismo. Cómo se forma el presente’).
Por consiguiente ya está todo decidido y dispuesto para un viaje fascinante contracorriente, ¿me acompañan? No
les prometo nada. Síganme, por favor.…………………………………………………..
‘Al principio era la palabra,
y la palabra estaba en Dios’.
(Evangelio de San Juan)
…………………………………………………..Vamos pues por este camino singular. Existe el principio, el ritual con el libro en las manos. Un momento
esencial.
“Me gustaría saber, se dijo, qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo”.Y de pronto sintió que el momento era casi solemne. Se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y comenzó a leer…
(‘La historia interminable’, de Michael Ende).
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Todos los caminos se inician con canciones de libertad
en la naturaleza, con música, a la que se accede también
a través de los libros. Las palabras de los cantautores se
refugian en los libros y también nos acompañan:
‘Por mucho que a algunos pese
Los tiempos están cambiando,
están cambiando los tiempos,
agárrense que aquí vamos.
Han sido tiempos sombríos
y aún no son tiempos claros’.
(‘Están cambiando los tiempos’,
canción de Luis Pastor)
…………………………………………………..Miramos el horizonte y vemos las nubes, a la espera del agua, envueltos en la esperanza, hacia un paisaje que
parece lejano y se descubre en el interior. Y sigo buscando canciones.‘Tu y yo, muchacha, estamos hechos de nubes
pero ¿quién nos ata?
Dame la mano y vamos a sentarnos
bajo cualquier estatua,
que es tiempo de vivir y de soñar y de creer
que tiene que llover
a cántaros’.(‘A cántaros’, canción de Pablo Guerrero)
Todos los mundos posibles están encerrados en el espíritu de la ficción. He descubierto así el periodismo, la historia, la fotografía, la naturaleza, las matemáticas, el mar, la física, las palabras y sus significados, los paisajes, el teatro, el cine, la música, los personajes, la técnica, el mundo campesino, las montañas, las ciudades, los pueblos, la filosofía, el arte, la poesía,
el universo. Los libros me hacen preguntas que inserto en mi mente. Y hago mías, muy personales, las miradas de los personajes con sus palabras.En estos momentos emerge la aventura de las utopías que se alimentan de las fantasías de los sueños. Siento la necesidad de nuevos encuentros con la fascinación, para reivindicar lo simple, lo que pasa desapercibido, cuando no despreciado.
Y aquí comparece Don Quijote, haciendo justicia por los caminos:‘La del alba sería cuando don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo’.
(‘Don Quijote de la Mancha’, de Miguel de Cervantes)
El mundo en que vivo, el paisaje que me identifica, me desconcierta cuando intento refugiarme en ese horizonte inalcanzable.
Me encuentro aquí y ahora con las palabras de Joaquín Araújo (XXI: Siglo de la Ecología. Para una cultura de la hospitalidad):
‘El respeto hacia el derredor, la conservación de la Naturaleza, la armonía como objetivo de la vida son ideas tan antiguas como la misma capacidad de formularlas. Si acaso hoy todo se multiplica y adquiere más necesidad por la poderosa fuerza acumulada en los bandos de la codicia. Tal vez este extravío de la condición humana que supone entregarse a lo producido nace de pensar que hay que llegar a alguna parte y de que el intento puede fracasar. El pensamiento ecológico es partidario de no llegar, de estar siempre en el camino y de alegrarse porque éste no tenga una meta’.
Hay multitud de refugios en los libros, tantos como pensamientos e ideas. Y con los ojos cerrados, esos mundos emergen grandiosos, reales, desapercibidos para los que sólo tienen la mirada física y se niegan a mirar en el interior.
Pienso en el tiempo presente, en cada instante, en el ahora, porque los libros a veces se reducen al momento en que las ideas forman imágenes que contemplo, que me observan. Y comenzamos a hablar para reivindicar la sensualidad del tiempo vivido.
‘Señor, en mi camino tendiste mil celadas.
Después me amenazaste: ¡Ay de ti si no sabes
rehuir estos peligros! Lo ves, lo sabes todo.
¿Acaso reprocharme puedes mi rebeldía?’(‘Rubaíyat’, de Omar Kheyyam)
Es importante la experiencia, la sabiduría del ancianoque aparece recogida en personajes anónimos, de los que se comprende su existencia por el espíritu colectivo, el sentido de pueblo, paridos por un paisaje rural. Ahí surgen libros rodeados de un halo enigmático. A veces el lector pospone un año tras otro su lectura, sin saber por qué. Pero es así. El libro permanece cerrado, aunque emana historias imaginarias para el lector dubitativo, que un día tras otro no deja de contemplarlo. Hasta que llega el momento en que se decide y el lector se sumerge en el interior de aquel libro misterioso con todo el respeto del mundo.
‘Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus mano en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte”. Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas’.
(‘Pedro Páramo’, de Juan Rulfo)
El tiempo y los encuentros propician distintos mundos a los que pongo nombres. Confieso que me siento emergente en la ficción. Es lo más real que existe, lo que imagino y que se interpreta como inexistente. Sonrío ante los incrédulos.‘Mis sueños son siempre idénticos, las mismas visiones recurrentes de un modo invariable: estoy junto a la escalera de nuestra casa, delante de la puerta de cristal reforzado con alambres contra roturas y montado en marcos de metal. Afuera, en la calle, hay una ambulancia, las siluetas fluorescentes del personal de urgencias que vislumbro a través del vidrio cobran una dimensión sobrehumana, sus rostros hinchados parecen rodeados de un halo, como la luna. Giro la llave. Sigo luchando en vano’
(‘La puerta’, de Magda Szabó)
En estas circunstancias reaparece una memoria histórica de un tiempo desvelado, junto con la ironía y el sarcasmo.
‘Es inútil dar voces, Jacinto, convéncete, porque el mundo está sordo y ciego, Jacinto, nadie te escucha, ¿oyes? nadie desea enterarse de lo que ocurre aquí dentro, porque lo que no se conoce es como si no sucediera…’
(‘Parábola del náufrago’, de Miguel Delibes)
Las cosas son como las imaginamos. La fantasía, créanme, conduce inexorablemente a la realidad oculta, que pretende pasar desapercibida para salvarse.
‘Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo’.
(‘Cien años de soledad’, de Gabriel García Márquez)
Ahora aparecen nuestras pequeñas emociones, recuerdos, el sentido viajero hacia cualquier lugar que nos parezca lejano, siempre más allá del horizonte, cuando somos conscientes de que allí nunca llegaremos desde nuestra actual realidad cotidiana.
‘Desaparecieron en la penumbra. La noria se perdió de vista; en lugar de aproximarse, los sonidos de la feria y la música cesaron temporalmente. M. Laruelle volvió la vista hacia el poniente; caballero de antaño con raqueta de tenis por adarga y linterna de bolsillo por taleguilla, fantaseó por un momento en las batallas a las que había sobrevivido el alma para errar por allí’.
(‘Bajo el volcán’, de Malcom Lowry)
Hay libros que desvelan mundos de hombres con mujeres, entre las diferencias y desatinos. A veces en tiempo de silencio, a veces en tiempo anquilosado, condenado al futuro. Es una realidad que sigue vigente.
‘Dos días después de la borrascosa escena que he con-
tado, Angustias desempolvó sus maletas y se fue sin decirnos adónde ni cuándo pensaba volver.
Sin embargo, aquel viaje no revistió el carácter de escapada silenciosa que daba Román a los suyos. Angustias revolvió la casa durante los dos días con sus órdenes y sus gritos. Estaba nerviosa, se contradecía. A veces lloraba’.(‘Nada’, de Carmen Laforet)
**Miguel Ángel Blanco Martín
En los libros, Miguel Ángel, está la memoria y está el futuro. Ha quedado escrito en distintos lugares de este blog. En los libros, tal como tú dices, Miguel Ángel, cuando citas a Michael Ende, Me gustaría saber, se dijo, qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado. Naturalmente dentro hay sólo letras impresas sobre el papel, pero sin embargo… Algo debe de pasar, porque cuando lo abro aparece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía y todas las aventuras, hazañas y peleas posibles… Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo.
Las páginas de los libros están llenas de personajes porque cada letra es un ser animado: alguien que forma parte de una fábula. Y las letras van y vienen, y se paran. Y suspiran, y piensan y se agachan y se estiran. Las letras se juntan para constituir los vocablos. Y dependiendo del orden que adopten tendrán uno u otro significado: “late”, “tela”; “cosa”, saco”; “come”, “meco”. Las palabras, asociadas de una forma u otra constituyen los significados con los que conformamos una historia o una idea. Las palabras son mágicas, pues, y hacen que los libros sean mágicos, pero ocurre, Miguel Ángel, que nuestra pequeña realidad cotidiana no nos deja ver el gran bosque de palabras y frases y versos y relatos que constituye todo lenguaje.
Tú hablas de libros. Otros hablan de lecturas en las que la aventura y la emoción parecen estar agazapadas entre las páginas. Pero acaso todos hablamos de lo mismo: del poder de la palabra, del gran misterio que encierran los libros, único santuario de la experiencia, de los deseos, de las emociones y de los sueños.