Puerta Real. Una día cualquiera de la Feria del Libro. Primavera de 2009.
—»¿Qué?¿Cómo andamos hoy?¿Y esas piernas?»
Se acerca a mí desde el fondo del local al tiempo que se arremanga y saca la libretilla gastada y el bolígrafo del mandil, e intercambiamos una mirada cómplice.— «Lo mismo de siempre», le digo manteniendo la sonrisa.
En la mesa de al lado se sienta Manolo, como cada día, desde hace ya no sé cuantos años. O tal vez son semanas, que la edad se ha instalado en su cuerpo y ya no se la sacude ni con el bastón. Le gusta abrir el periódico con la paciencia infinita del que no tiene prisas por la vida, que ya la vida le ha dado de sobra y ahora es él quien le da las gracias por los días extra. Lee en voz baja, para sí mismo, y masculla entre dientes esos «deslices» que ya no es capaz de tolerar, a su edad. Con gesto pausado, se lleva el pulgar a la boca y se lo empapa para adherirse las hojas grises del Ideal. Seguir leyendo En una mañana de un libro que aún no he leído
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La Feria
«Este año no iré a la Feria del Libro de Lisboa. Que no es como la de Frankfurt, o la de Guadalajara, en México, ni siquiera como la de Madrid, pero es la nuestra y está en un lugar bonito, donde antes había una colina y ahora menos, porque la furia urbanística ha reducido los relieves, pero aun así se ve el río al fondo, y hay una bella imagen de la ciudad pombalina, la que iba a ser moderna y racional y lo fue, basta pasear por ella para ver que la razón estuvo presente cuando se diseñó, aunque luego vinieran otros que prefirieron el obscurantismo a las luces y casi se la cargan.
Me dicen que hace buen tiempo y que la Feira este año está más animada, como si por ese mundo no se labraran cosas terribles, crisis, pobreza, depresión. Dicen que en épocas de crisis se lee más, y parece que los contables confirman esta afirmación. A mí me gusta pensar que en épocas de crisis la gente quiere saber porqué llegamos a esto y se acercan a los libros como si éstos fuesen fuentes de agua fresca y los lectores personas sedientas.