Libro de primavera

Me gusta la primavera porque es la estación de las flores y de los libros. Y porque me trae a la memoria mis primeros encuentros, aún niña, con ese mundo festivo y luminoso de la Feria del Libro.
Fue mi padre quien me acercó a ese mágico universo de las casetas alineadas en el bulevar. Aquellos barracones repletos de cuentos infantiles multicolores se me antojaban enormes naves fascinantes en las que se cobijaban todas las historias posibles.

Allí se ocultaban los grandes personajes de la literatura universal: gigantescos volúmenes de arte, en pasta dura —inmensos y pesados para mis brazos de chiquilla—; relatos de aventuras fantásticas, primorosamente ilustrados; leyendas indescifrables; narraciones extraordinarias; libros de artista; novelas de misterio; poemarios, historias de amor. El colorido de los libros se confundía con el colorido de las flores que adornaban los jardines. El olor intenso de los libros nuevos —“Novedades”, anunciaban en grandes caracteres— parecía, pues, consustancial a los aromas de la primavera. Los naranjos en flor, verdiblancos, de finales de abril, nos acompañaban en todo nuestro trayecto ferial enredando los olores de las páginas recién salidas de la imprenta con la flor del azahar. Mi padre hojeaba uno y otro libro deteniéndose en cada caseta, y yo lo seguía paso a paso, cautivada y temerosa, como si todos aquellos personajes de tantas historias pudieran convertirse, de pronto, en una realidad.
—Laura —me dijo mi padre— fíjate bien, todas estas casetas repletas de libros contienen tantas historias como quizá en toda nuestra vida nunca podríamos leer.

Y acaso desde niña, desde la primera vez que mi padre me llevó a la Feria del Libro, he albergado en mi interior la fantasía de poseer una Feria del Libro para mí: un ancho bulevar, flanqueado de naranjos y acacias, repleto de casetas llenas de cuentos y relatos. Por eso me he decidido a crear este blog que es como un pequeño habitáculo virtual, como una caseta de la Feria del Libro, en la que yo acomodo, a mi manera, relatos, poemas, dibujos, ensayos de escritores, periodistas, fotógrafos y artistas, unos conocidos, otros amigos.

«Hay en el aire, Laura, un cierto regocijo de la primavera. El esplendor de las flores, el colorido de los jardines, la luz penetrante de la mañana, el verde intenso de las hojas, parecen invitar al paseo y a la contemplación, como si el ser humano se atestara de vida, se colmara de nuevos bríos en ese renacer unánime de los brotes nuevos.

Y en esa coincidencia luminosa del buen tiempo, de las flores y de los olores de primavera, el poeta, el escritor, el artista, el músico, el lector, parecen sentirse empujados a caminar, como si de recrearse se tratara en la estación del año más cantada por los poetas.

Un libro es, entonces, el mejor pretexto para recalar en los parques, en los bulevares, en las plazas, en las arboledas, para sentarse a leer convencidos de que el tiempo no existe fuera del relato que el libro nos va a proporcionar. La primavera a nuestro alrededor, acomodados en un banco cualquiera, de cualquier parque de no importa qué ciudad, se confabula con el lector, como si quisiera otorgarle todos los placeres que la naturaleza oculta: el agua fluyente, el canto de los pájaros, el olor del azahar.

Los libros, Laura, como las flores, son de la primavera; tiempo de nuevas energías, de flamantes hojas, de historias inéditas. Luego vendrán el verano, el otoño, el invierno, y cada cual traerá otros relatos, de calor, de hojas caídas, de nieve y frío, pero, en todo caso, la primavera nos dejará la vitalidad que solo insuflan los tiempos nuevos. Y la mejor literatura de los románticos y de los poetas.

En la novela, en la poesía, en el teatro, en el cine, la primavera ha nutrido a los escritores de un tiempo creativo singular. Y sin menoscabo de las otras tres estaciones del año, esta época de los nuevos tallos y las flores tiene su particular influencia en el ánimo y en el talento de quienes buscan en las musas su inspiración. Por eso, Laura, este blog que tú has imaginado luminoso y de caracteres múltiples, nos ha llegado con la estación en que todo brota en la naturaleza. Y tu convocatoria, como la llamada del almuédano de los musulmanes, concita la complicidad de los personajes y de sus autores, y aviva nuestra imaginación.

Ahora, sentado en cualquier banco de un parque de no importa que ciudad, leeré una historia en la que habrá libros y flores de limoneros. Y estarás tú, Laura. Y estará volando la imaginación. Esa historia la podrás colgar, a tu capricho, en tu blog. »
Juan Echanove

Ya te imagino, Juan, sentado en un banco de Puerta Real, en el centro de Granada, justo donde cada año se sitúa la Feria del Libro en primavera. Un lugar que tú conoces muy bien, pues en el Teatro
Isabel la Católica has actuado en más de una ocasión. Has representado textos que primero fueron escritos antes de que tu voz y la magia del teatro dieran forma a la historia que luego el actor hace
verosímil. Palabras para la voz de un actor.

Por eso ahora te imagino entre azahares, en Puerta Real. Y se me antoja que la flor del limonero y la flor del naranjo —Por cierto, ¿alguien es capaz de distinguir un naranjo de un limonero antes de
que den fruto?— estarán muy presentes en ese relato que tú lees, que yo fantaseo, y que nos ha traído a los dos a este lugar entre la realidad y la ficción, el centro neurálgico de Granada.

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